viernes, 22 de junio de 2007

CAPÍTULO 6. DONDE SE INTENTA LA HUÍDA, PARTE I

*Hasta ahora:

Timoteo ha acabado en un calabozo. Por lo que deduce todo empezó con el huevo de hierro que se estrelló en su barco y en el que de repente hay mucha gente interesada. Nada más llegar al pueblo, un funcionario de alto rango fue en su búsqueda y lo metió en una celda. Pero eso no preocupa a Timoteo; ha salido antes de situaciones como ésa.


El pasillo de la cárcel estaba vacío y a oscuras, apenas iluminado en los dos extremos por sendos faroles. Las otras celdas estaban vacías y no se escuchaba nada en todo el edificio. «Aunque llamar edificio a una caseta como ésta es ser excesivamente condescendiente; es una suerte que la madera no cruja, al menos», pensó Timoteo mientras avanzaba hacia la salida guiado por el espectro. Al llegar al final del corredor, éste le hizo una seña de silencio. Cuando se asomó, con cuidado, vio al guardia dormido tal y como le había anunciado su compañero. Estaba sentado en un taburete, apoyado en una esquina de la habitación, junto a la puerta cerrada, con el bastón medio caído entre sus brazos inertes.

«Lo difícil será abrir la puerta sin que se entere», comentó el espectro. «Fríele el cerebro», le ordenó Timoteo sin perder más de un instante en echar un vistazo al guardia. El espectro se encogió de hombros y se acercó al durmiente. Introdujo la mano en la cabeza del hombre que dio un respingo y luego se quedó completamente quieto. La sombra se quedó unos momentos observando a su víctima hasta que Timoteo pasó por su lado al salir de la cárcel y le recordó «no tenemos tiempo».

«Es insultantemente sencillo salir de un calabozo de pueblo», gruñó el capitán del Mile al comprobar que no había guardias tampoco en los alrededores. «Sólo hay que esperar a la noche», corroboró el espectro. Y se deslizó hacia delante para comprobar la calle.

La aldea tampoco estaba mucho más iluminada que el interior de la cárcel. Faroles baratos, de los de armazón de madera y pantalla de papel que apenas dejan escapar la luz de la llamita vacilante de su interior, y eso cuando el viento no la ha apagado, cada veinte pasos. Nadie en las calles porque al día siguiente había que madrugar para cuidar las respectivas cosechas. La tierra manda en los pueblos agrícolas.

La cárcel no estaba lejos del puerto. Siguiendo la pálida estela del espectro, Timoteo fue saltando de sombra en sombra evitando los escasos edificios oficiales en los que adormilados guardias soportaban sus espesos turnos de vigilancia.

Por eso, cuando el espectro se giró de repente y le hizo señas tardó unos momentos en reaccionar; y casi son fatales. De un salto se pegó a la zona oscura de la calle y se deslizó en un portal. Dos guardias charlando amigablemente entre sí doblaron la esquina. Timoteo, aunque en sombras, estaba expuesto. Nadie dejaría de verle. Así que se dejó caer en el suelo y se echó parte de la camisa por encima de la cabeza, acurrucándose junto a la puerta. Por supuesto, no esperaba pasar desapercibido con esa treta.

Los guardias le vieron a bastante distancia y se dirigieron hacia él. «Buenas noches, buen hombre». Timoteo se desperezó y les miró con ojos pitañosos. Chasqueó la lengua un par de veces, como si la tuviera pastosa. «’Nas noches, caballeros». «¿Qué hace en la calle a estas horas?». Timoteo miró hacia la puerta y tardó unos segundos antes de contestar. «La parienta. Que m’ha echao»; se acercó a ellos, confidencialmente, «es que cree que tengo una novia, pero si la tuviera no me habría quedao a dormir aquí, ¿no?», y les miró fijamente con picardía. Los guardias soltaron unas risitas. «Cuando llego tarde de la ronda, la mía piensa igual», comentó uno de ellos, «pero aún no me ha echado de casa». «Eso será porque usté es más grande que ella». Eso convenció a los guardias, que se rieron con ganas y después de desearle una noche no muy fría e incómoda siguieron su paseo nocturno.

Timoteo esperó a que los guardias se alejaran por otra calle vecina y luego se incorporó de un salto y se acercó al espectro al que miró ceñudo. «¿Así vigilas?». El espectro ignoró la recriminación y le indicó hacia arriba. Ya estaban en el puerto pero las escalas estaban todas recogidas.

«Esto va a suponer un problema».

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que no es un problema lo de las escaleras teniendo un espectro como compañero que puede hacer en mi opinion muchas cosas, como elevarse y bajar las escaleras, si han salido de la carcel y han engañado a dos policias no creo que les suponga ningun reto lo de las escaleras a no ser que te inventes alguna cosa para que no puedan cojer el barco y se tengan que quedar varios dias por el pueblo en la que les sucedan algunas aventuras antes de irse del pueblo