domingo, 17 de junio de 2007

CAPÍTULO 5. DONDE SE REFLEXIONA ANTES DE PASAR A LA ACCIÓN

*Hasta ahora:

En mitad de una tormenta, el barco de Timoteo recibe el impacto de lo que acaba siendo un huevo de hierro que contiene una figurilla en forma de dragón. La estatuilla despierta el interés primero del dueño de la posta donde se refugió el navegante y luego de un arrogante funcionario que esperaba la llegada del barco en el próximo puerto y que encierra a su capitán.


«Punto uno: ¿cómo puede ser que Fae haya dado el chivatazo?
Es cumplidor, trabajador y no podría ser más estirado si tuviera un palo metido por el culo. Pero no es ningún pelele, odia a la compañía casi tanto como yo. Y apenas le echó un vistazo al huevo antes de que el viejo se lo llevara y estaba más interesado en la sopa». Timoteo llegó a la pared de la celda y se dio la vuelta.

«Punto dos: ¿cómo puede ser que se hayan enterado tan rápido? Hay un día entre la posta y el pueblo. Una paloma no es tan rápida y no hay sistema de señales alguno. Y no vi otro barco aparte del Míle». La otra pared, media vuelta. «Sólo hay una conclusión lógica: me estaban esperando, así que tuvieron que tener tiempo para prepararlo todo. Porque un funcionario de ese grado trabaja en la capital y eso son cinco días de viaje por el Este en una nave rápida y con viento favorable».

«Para ser un tipo que se enorgullece de su laconismo llevas un buen rato que no callas», le llegó el gruñido del espectro desde el otro lado del pasillo. «Pienso en voz alta porque estar encerrado me sienta muy mal». Y continuó sin hacer caso de los refunfuños, «si la compañía ha metido las narices, está claro que la estatuilla es importante. Estás de acuerdo en eso, ¿no?». «No es algo que pueda negarse fácilmente», comentó el espectro mientras pasaba delante del calabozo. «Sobre todo conociéndolos como los conocemos; cuatro meses siendo su propiedad y diez años de encontronazos es tiempo suficiente para saber que no hacen nada por casualidad». «¿Te refieres al hecho de que nos esperaban?». «¿Sabían que iba a haber una tormenta, o que llegaban las piedras de las estrellas? ¿Y qué fue de los otros meteoritos?».

«Empiezan a ser muchas preguntas». «Y aún estamos aquí dentro. ¿Todavía no has acabado?». El espectro regresó a la celda. «Nadie. El de la puerta está durmiendo».

Timoteo se sentó en el camastro y se quitó la chamarra. Con la pericia de haberlo hecho varias veces fue deshilachando el bolsillo hasta que quedó sujeto sólo por un lado. Detrás de la tela había varias ganzúas de distintos tamaños, todas delgadísimas, apenas hilos de metal. Sólo echó un vistazo de reojo a la cerradura antes de elegir una de las herramientas y acuclillarse ante la puerta.

«He de confesar que echaba de menos esto». «Haz el favor de estar atento al pasillo, no vuelva a pasar como en Beria». «Una vez, sólo una y me lo recordarás siempre». «Por esa vez estoy con la soga de la compañía al cuello. Y tienen demasiadas ganas de apretarla». «Eres un quejica». Por lo menos prestó atención al pasillo y Timoteo pudo así centrarse en la cerradura. Fácil, hecha por un herrero de pueblo. Apenas hubo metido la ganzúa, saltó. «Me siento insultado», comentó con decepción ante la obscena facilidad con que estaba fuera.

«Sí, lo echaba de menos», y el espectro lo siguió por el pasillo con una sonrisa de oreja a oreja.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la historia sigue bien el curso aunque yo lo de la cerradura se lo hubiera puesto un poco mas complicado y con la tension de algun vigilante impertinente y hubiera puesto la fuga mas interasante si hubiera aparecido de repente el espectro dejando fuera de combate al guardia y saliendo como alma que persigue el diablo, pero bueno espero que en el siguiente capitulo sea de mas accion.