viernes, 28 de marzo de 2008

CAPÍTULO 25. LA DECISIÓN

*Hasta ahora:

A pesar de los informes que Erm Liu-d’ah graba para el Alto Mando, su misión se complicó desde el primer momento. Encontró los archivos que había venido a buscar pero los guardias le han acorralado y le empujan más y más hacia las profundidades del búnker.


Entrada 16: hora de Topacio; tercio menguante; sección vigésima.

Me acabo de conceder el lujo de quitarme el casco.

Los zarcillos del simbionte se han resistido, clavaron los garfios dentro de mis pulmones. Y también en mi esófago. Dentro del oído. Detrás de los ojos.

Se soltaron y sólo escupí dos coágulos de sangre. Otras veces ha sido peor.

Me cuesta recuperar la respiración. No es normal. No soy viejo, estoy entrenado. El simbionte está alimentado.

Hay mucho barullo. Demasiado. Llamará la atención de los guardias.

Chisto para que bajen el volumen pero no me hacen caso y siguen golpeando las máquinas de alimentos con sus manos. Voy allí y las fuerzo; es fácil. Me rodean como cachorritos.

Unos se abalanzan sobre las bolsitas de comida deshidratada, otros preparan agua caliente.

Son los presos.

Se me ocurrió abrir las celdas. Para crear confusión. ¿Qué mejor manera de largarme de allí sin llamar la atención que en mitad de una fuga a gran escala?

Mala idea.

Algunos huyeron, sí. No les fue bien. Hemos visto cuerpos carbonizados de camino aquí.

La mayoría se han quedado conmigo. Piensan que les voy a proteger. No pueden estar más equivocados, será al revés.

Y ahora tengo que cargar con ellos. Hacen ruidos y son lentos. Sé que algunos se han quedado atrás. Me da igual, no tengo tiempo.

Ahora comen, parecen animales.

¡La puta que…!

Ya están aquí.

Lo sabía.

Jodidos idiotas.

Mucho ruido. Mucho ruido.

No hagáis ruido, les dije. ¿Me escucharon?

¡Una mierda!

C–mete ésa, cabrón.

¡Mi–reja, –joputa!

Levanta. Levanta ¡–vántate, joder!

Arriba. ¡–í está!

¡–tócaput–balas!

¡Hij–puta!

¡Mierda! M–dejado encend


Entrada 17: hora de Amatista; tercio medio; sección decimotercera.

¿Funciona? Ira, vai, leaGrabción de comprobación.


Entrada 18: hora de Amatista; tercio medio; sección decimotercera.

Sólo quedamos ocho.

Los tengo a mí alrededor. Están sentados, tumbados. Les cuesta respirar. Apesta a sudor y miedo. Y alguno se ha meado encima.

Echo un vistazo al corredor. Vacío. Bien, de momento tranquilidad. Ahora a pensar.

Nos empujan hacia abajo. Según el mapa, debajo está mantenimiento. Había muchos pasillos. No me acuerdo bien.

No recuerdo ninguna salida por allí.

Mierda, es una ratonera.

No puedo dejar que nos acorralen allí. Será cuestión de tiempo que me cacen.

Si mi memoria no me engaña hay un elevador de carga tres salas más allá, mirando al Águila. Si mi memoria no me engaña, llega hasta el segundo piso y no para en el quinto y el cuarto.

Si mi memoria no me engaña.

Echo un vistazo a los presos que me rodean. Agradezco tener de nuevo puesto el casco, así no me ven la cara. Y me dan más igual, porque parece que los veo de lejos.

Les hago levantarse y caminar hacia las escaleras que llevan a la última planta.

Por un momento pienso en decirles lo del elevados. Es un momento que no se me pasa. Me doy la vuelta. Ajusto el visor del arma de asalto. Compruebo el cristal de xiglás. Alimento la brasa. Confirmo que ya no tengo granadas.

Sigue sin pasárseme.

Viene uno.

Apunto. Me concentro en mi arma. Sé que cuando apriete el gatillo el cristal se alineará con la brasa y concentrará el calor para liberar un fino rayo dorado.

Me da escalofríos al ver el cerco negro que ha dejado en el rostro del tío porque he visto la carne retorcida y chamuscada de cerca.

Huele a carne a la brasa pero no me da nada de hambre.

«Bajad por ahí. Os cubro»

Los presos se van.

Yo también. Pero por otro lado.

Justo a tiempo porque ya vienen de nuevo.

Nota: entrada privada. Código: Renacimiento.

viernes, 7 de marzo de 2008

CAPÍTULO 24. EN LAS CELDAS

*Hasta ahora:

La misión de Erm Liu-d’ah era sencilla; o eso parecía en un primer momento cuando llegó fácilmente a la sala de control, su objetivo. Pero los guardias del búnker han dado con él y la situación se ha complicado.


Entrada 15: hora de Rubí; tercio menguante; sección primera.

Mierda.

Mierda. Mierda.

Mierda de guardias.

Mierda de pasillos de laberinto.

Mierda de misión.

Mierda.

Por partes. Quejarse es de inútiles. Y yo no lo soy.

Hay buenas y malas noticias. Primero las buenas.

Situación: mantengo una encrucijada, cubro ambos corredores. Soy la grulla sobre el pantano. De momento, gano. Están a tres pasillos. Son cinco menos que al principio. Bien por mí.

Las malas. Han llamado a refuerzos. Estoy casi seco. A saber: dos cargadores del rifle de asalto; una granada de fuerza; tres granadas de luz.

Y el cuchillo, claro.

No voy a acercarme tanto. Si puedo.

Espero. Lo necesito. El simbionte se regenera en el hombro, necesita tiempo. La herida es superficial. Ni siquiera sangra.

Pero voy a tener que moverme. Quedarme quieto les favorece: conocen la distribución, pueden rodearme.

Libero la eartres. La tengo un momento en mi mano, me gusta como brilla en la oscuridad y deja un rastro de polvo de luz tras ella.

«Busca una salida», le digo. Sé que lo hará. Le dejo ir.

Echo de menos un plan.

Echo de menos a Yan.

Pienso en Yan y me río. Menuda cantidad de mentiras, los informes oficiales.

A estas alturas no deben de quedar de él ni los huesos. Lo he visto otras veces, cuando le quitas el suplemento alimentario al simbionte. Me aterroriza siempre que me pongo la armadura, luego ya ni lo pienso. Excepto en momentos como éste. Será porque me pone sensible la muerte de un compañero.

Es necesario, sin prisioneros. No es bonito.

Fue mal desde el principio.

Un momento. Sonidos. Las raíces del simbionte me taladran el oído, sólo es un momento, me vale: vienen dos por el pasillo de la izquierda, tres por el de la derecha.

Un vistazo al rastro de polvos de la eartres. Ahora voy.

El rifle en mi regazo, posición de el tigre agazapado. Siempre me sorprende, la fusión de madera y hueso, perfecta, ligera, longitud y peso adecuados. Amo esta arma.

Acabo de abrir la cazoleta del rifle. Por mucho que sople el ascua está casi apagada. Cuenta un cargador menos.

Cuenta, también, un par de visitantes más para el Gran Gusano.

Nota: entrada privada. Código: Renacimiento.