viernes, 7 de marzo de 2008

CAPÍTULO 24. EN LAS CELDAS

*Hasta ahora:

La misión de Erm Liu-d’ah era sencilla; o eso parecía en un primer momento cuando llegó fácilmente a la sala de control, su objetivo. Pero los guardias del búnker han dado con él y la situación se ha complicado.


Entrada 15: hora de Rubí; tercio menguante; sección primera.

Mierda.

Mierda. Mierda.

Mierda de guardias.

Mierda de pasillos de laberinto.

Mierda de misión.

Mierda.

Por partes. Quejarse es de inútiles. Y yo no lo soy.

Hay buenas y malas noticias. Primero las buenas.

Situación: mantengo una encrucijada, cubro ambos corredores. Soy la grulla sobre el pantano. De momento, gano. Están a tres pasillos. Son cinco menos que al principio. Bien por mí.

Las malas. Han llamado a refuerzos. Estoy casi seco. A saber: dos cargadores del rifle de asalto; una granada de fuerza; tres granadas de luz.

Y el cuchillo, claro.

No voy a acercarme tanto. Si puedo.

Espero. Lo necesito. El simbionte se regenera en el hombro, necesita tiempo. La herida es superficial. Ni siquiera sangra.

Pero voy a tener que moverme. Quedarme quieto les favorece: conocen la distribución, pueden rodearme.

Libero la eartres. La tengo un momento en mi mano, me gusta como brilla en la oscuridad y deja un rastro de polvo de luz tras ella.

«Busca una salida», le digo. Sé que lo hará. Le dejo ir.

Echo de menos un plan.

Echo de menos a Yan.

Pienso en Yan y me río. Menuda cantidad de mentiras, los informes oficiales.

A estas alturas no deben de quedar de él ni los huesos. Lo he visto otras veces, cuando le quitas el suplemento alimentario al simbionte. Me aterroriza siempre que me pongo la armadura, luego ya ni lo pienso. Excepto en momentos como éste. Será porque me pone sensible la muerte de un compañero.

Es necesario, sin prisioneros. No es bonito.

Fue mal desde el principio.

Un momento. Sonidos. Las raíces del simbionte me taladran el oído, sólo es un momento, me vale: vienen dos por el pasillo de la izquierda, tres por el de la derecha.

Un vistazo al rastro de polvos de la eartres. Ahora voy.

El rifle en mi regazo, posición de el tigre agazapado. Siempre me sorprende, la fusión de madera y hueso, perfecta, ligera, longitud y peso adecuados. Amo esta arma.

Acabo de abrir la cazoleta del rifle. Por mucho que sople el ascua está casi apagada. Cuenta un cargador menos.

Cuenta, también, un par de visitantes más para el Gran Gusano.

Nota: entrada privada. Código: Renacimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la cosa se pone interesante y eso que no tenia muchas confianza de la historia de los soldados.
bien por ti
espero con ganas de seguir leyendo
saludos
jose luis

pd/ hoy no hay comentarios sangrantes.